Es joven, es madre, es tímida y es desconfiada. Alejandra habla en voz baja, pero con firmeza. Por momentos se le quiebra la voz y le saltan lágrimas. Llega con su bebé en brazos. Si alguien se cruzara con ella en la calle, no podría pensar que esta mujer, alguna vez, fue prostituta por obligación, por extorsión, por haber caído en la telaraña de una red de trata de personas.
El tormento va por dentro, y ese infierno vuelve, a veces, en los sueños. Era esclava sexual en Salta, pero huyó y fue recuperada por la Fundación María de los Ángeles. Admite que lo peor fue ver cómo maltrataban a su hija. Aceptó una entrevista con la condición de que no se diera a conocer su identidad y que la charla se hiciera en una oficina de la fundación que preside Susana Trimarco, la madre de Marita Verón, desaparecida en 2003.
-¿Qué pasó cuando tenías 21 años?
-Me fui a vivir a otro lado con mi pareja. Me hice amiga de la chica que me estaba alquilando y ella con su novio me entregaron. Se encargaron de llenarme la cabeza. Primero se metieron en mi vida, se hicieron amigos míos, conocieron mi historia, mi familia, la relación con mis padres y de ahí... Se encargaron de empezar a decir que se notaba que mis padres no me querían, que me eran indiferentes, que no les importaba. Después me decían que mi pareja me engañaba, que me tenía que separar, que no era una buena persona, que yo no era para él.
-¿Te hacían sentir que estabas cada vez más sola?
-Claro. Que a nadie le importaba. Ella era una amiga y cuando uno realmente necesita a alguien que lo escuche termina haciéndoles caso. Y yo les hice caso y ahí fue cuando ellos armaron todo.
-Qué pasó entonces?
-Estuve sola un mes, viviendo en la casa de ellos. Y ella, que supuestamente era una amiga, no me iba a cobrar el alquiler. Y un día me dijo que el novio de ella me quería vender. Entonces mi amiga me mandó a Salta por unos días, a la casa de su madre, diciéndome que iba a trabajar un tiempo allá hasta que se calmen las cosas... y me fui con mi hija.
-¿Fuiste a Salta?
-Si. Me pasaron cosas que no le deseo a nadie. No es por mí, sino por el daño que le hicieron a mi hija. Ella pasó lo peor. Tenía dos años. La pelaron, le hicieron de todo. Y mi pareja... él me buscaba. No sabía por qué yo me había ido. A él le decían que yo me había ido con otra persona. Que me había ido con el hermano de mi amiga. Y mi marido le creyó, por una parte, y por otra parte, no creía.
-Usan al engaño y la mentira...
-En mi caso vieron el estado de mi familia y mi situación. Se aprovecharon de eso y se hicieron pasar por amigos.
-En Salta te obligaron a prostituirte. ¿Cuánto tiempo duró eso?
-Siete meses. De ahí me traen de vuelta (a Tucumán). Mi amiga decía que ella no sabía nada, que no se imaginaba que su familia me iba a hacer una cosa así... Me traen de vuelta a Tucumán y yo pensaba que ya iba a estar libre.
-No podías tener contacto con ningún familiar...
-No. Mi marido, o sea, mi pareja recupera a mi hija. Cuando él recupera a mi hija, a mí me llevan a la Brigada de allá (Salta). Y ahí no podés decir nada. Primero, ellos te dicen lo que vos tenés que hablar... Mi marido estaba enojado por cómo encontró a la chiquita, pero yo no podía hablar. Eran tres policías de aquí, de Tucumán, con toda la policía de Salta, entonces no podía decir nada. La recuperaron a mi hija, que se vino con mi marido, y yo me quedé allá.
-¿Seguías en la prostitución?
-Si. Después, al tiempo, cae de nuevo mi amiga, que era hija de ellos, y me dice que no se imaginaba que me iba a pasar una cosa así, que ella me rescataba de todo eso y que me traía a Tucumán. Cuando me trajo a Tucumán, después de una semana, me iban a llevar a La Rioja. Eso escuché en una conversación entre ellos.
-¿Qué pasó en ese momento?
-Bueno... Un día que ellos estaban durmiendo, yo en realidad les metí unas pastillas con las que ellos me dormían, y que yo se las saqué. Como yo cocinaba, era la que los atendía, les metí las pastillas en la comida. Estuve varias horas esperando... haciéndome la dormida hasta que ellos se durmieran bien y me escapé por el fondo de la casa.
-¿Hasta dónde lograste salir?
-Era de noche, como las cuatro de la mañana, salté por el fondo, me acuerdo que caí arriba de un hormiguero. No me importaba nada, salí corriendo... Traté de correr lo más lejos que pude. Y esa noche la pasé en la calle. Después fui a ver a una gente amiga y ellos me dieron un lugar para estar.
-¿Pudiste controlar el miedo?
-Cuando empecé a correr, traté de buscar un lugar para esconderme. Camioneta o auto que pasaba estaba muerta de miedo y una vez que salió el sol, ya era todo diferente. Me fui a la casa de la gente esta, hablé y me dieron un lugar.
-¿Cómo fue el vínculo con la Fundación María de los Ángeles?
-Hablé a mi pareja; él me dijo que no quería saber nada conmigo, y que no iba a ver más a mi hija. Le pedía que me diera una oportunidad para explicarle lo que había pasado. Nos encontramos y hablamos. Y él ahí... se da cuenta... Él me conoce cuándo miento y cuándo no. Y se dio cuenta de que no le estaba mintiendo. Me dijo que estaba trabajando con la gente de la Fundación, porque él a pesar de que recuperó a mi hija, muchas veces no estaba tranquilo, no se conformaba con pensar que yo estaba allá sola. Porque él me conoce bien, de hace años, y me dijo que a él no le cerraba lo que estaba pasando, porque él sabe cómo amo a mi hija, cómo me desvivo por mi hija. Mi pareja estaba en contacto con la Fundación, que me seguía buscando por él, porque por parte de mi familia mucho interés no hubo. Pero ellos siguieron trabajando, porque él decía: yo la conozco y algo raro pasa. Un día me dijo: te paso a buscar por donde estás y te llevo para la Fundación. Ellos me ayudaron. No me animaba a hacer la denuncia, pero me dieron seguridad y lo hice...
-¿Qué significa Susana Trimarco en tu vida?
-Ella es mucho para nosotras, nos ayudó, siempre nos contuvo... Ella dice que somos como hijas. Cuando necesitamos hablar con alguien podemos contar con ella. Aquí puedo venir, me quedo todo el tiempo que quiera, hablo, me contienen, me ayudan...
-¿Cuál fue la peor parte de aquellos siete meses en Salta?
-Ver cómo golpeaban a mi hija, cómo la maltrataban para obligarme a trabajar de prostituta. Me amenazaban con eso. Lógicamente, por una hija, una verdadera madre hace lo que sea.
-¿Hoy te sentís recuperada?
-Sí. Eso es pasado. A veces lloro de impotencia porque no pude hacer nada por ella. Ver que la maltraten delante mío y no poder hace nada te duele, pero por mi parte estoy bien, volví con mi pareja.
-¿Lograste rearmar tu propia familia?
-Si. Seguimos adelante a pesar de todo, porque nosotros perdimos todo. Cuando me fui llevé todas mis cosas y me robaron todo, ellos se quedaron con todas las cosas. Pero, en realidad, se quedaron con pocas cosas, porque ahora tengo el doble...
-¿Qué es lo que ganaste ahora?
-Ahora tengo tranquilidad. Tengo más amigos, porque ellos son mis amigos. O sea, yo no confío mucho en la gente de afuera. Pero Susana y la gente que trabaja acá son amigos incondicionales. A los abogados no los trato como un abogado mío, sino como a un amigo, a las psicólogas, a la asistente social, a todos. Ellos nos hacen sentir que no somos un paciente más, sino una familia, y también en mi casa las cosas mejoraron un montón.
-¿Qué les dirías a las mujeres para que no terminen siendo tentadas por estas redes?
-Hay que tener mucho cuidado. No hay que confiarse en nadie. A la hora de hacer amigas tenés que conocer bien a la familia de tu amiga. Y a la hora de tener novio hay que tener mucho cuidado. Y más cuando salen los avisos de empleo. Eso más que nada. No hay que confiar tanto en la gente. Hay que desconfiar.
-Pasaron cuatro años de aquel momento. ¿Hoy sos feliz?
-Puedo decir que sí, porque estoy tranquila. Ellos trataron de romper a mi familia, pero ahora estamos más unidos. Por ahí me vienen los recuerdos a la cabeza, en los sueños es como un trago amargo. En realidad cambié bastante desde que me pasó esto. Aprendí a no ser tan débil y a no dejarme llenar la cabeza por cualquiera que se me cruza. Pero estoy feliz, tengo otro hijo. Así que estoy tranquila.